La obra de Osmeivy Ortega propone varios caminos de experimentación gráfica y es, al mismo tiempo, un homenaje al oficio y a la tradición del grabado. Con una maestría excelsa en las técnicas xilográficas y linográficas, Ortega encuentra en estos lenguajes tradicionales una belleza y capacidad discursivas potencialmente infinitas, mientras que expande el medio para crear esculturas blandas con sus impresiones en papel y helio o con sus instalaciones y site specifics.
Durante la última década, una gran parte de sus creaciones tienen a la representación animal y a la botánica como temática principal. Con una estética preciosista y desde una postura autorreferencial, animales y plantas funcionan como interlocutores para cuestionar temas referidos a la sociedad, el individuo y su desarrollo en el mundo actual. Hay un interés medioambiental, pero sobre todo sus creaciones son un canto existencialista hacia la humanidad y sus principios más puros. Estas cuestiones han derivado en el grupo de obras que conforman el proyecto Una realidad aparte.
Para este, por un lado, Ortega trae elementos que obtiene de archivos familiares, que forman parte de su memoria y de su realidad. Por el otro, vincula estos elementos con creaciones que desdibujan esa memoria y nos inducen a una especie de realidad aparte. En las piezas iniciales de la serie aparecen siempre al menos dos figuras, que no funcionan como reiteración o doble, sino más bien como un estado psicológico, una especie de sombra o reflejo distinto, nuevo.
Los materiales que utiliza en esta ocasión son diversos, y entre ellos se encuentran matrices de madera y de linóleo, así como papel japonés, kraft y canson. Sobre los grabados hay dibujos, acuarelas, stencils. Todas sus piezas funcionan en relación, como parte de instalaciones mayores que las acoge como si fueran una sola, o creando conjuntos en diálogo.
Estos materiales atravesados por una expertise técnica, ofrecen como resultado una experiencia sensitiva singular. Y, esta experiencia, como versa el título del proyecto, tomado de la novela homónima de Carlos Castañeda, invita al visitante a esos restos de supuesta realidad, a la creación de un sentido alterado al borde entre la memoria, el archivo y la creación.
GABRIELA AZCUY