En la obra de Harold López la juventud es protagonista. Su discurso la enmarca como generación de imposturas y desafíos. Sumidos en silencios, retan al tiempo, lo consumen malsanamente en un acto de espera constante. Sus miradas son atraídas fuera del cuadro de forma tal que no es posible advertir hacia donde se dirigen, cuál es la meta o el futuro. Así dialogan con el tiempo: condenan y sacrifican el presente en pos de un futuro advenedizo, inimaginable, desfachatado. Por otra parte, sus rasgos de humanidad se fundan en un ingente descomprometimiento político, cuasi ascetismo. Esta generación se define a la espera, la inercia que inocula en el cuerpo y el alma la desesperante espera. En resumidas cuentas, una suerte de estado de Stand by que define la actitud de la juventud del presente. Este término, tomando como referencia a la ingeniería de sistemas, define a aquel componente que consume pero no produce energía. Harold analiza este fenómeno colocándolo en un espacio global. Las utopías del movimiento contracultural norteamericano de los años 60, del movimiento hippie, de los protagonistas del Mayo francés de 1968, o de la juventud cubana de los años 80´, han sido agotadas hasta su extinción (más exactamente fosilización). Así mismo, su obra dialoga diametralmente sobre cuestiones locales, intrínsecas, personales.
Luis Enrique Padrón Pérez