El artista promueve representaciones ficticias que pretenden tener visos de realidad, y a la vez lo real ante la vista se diluye en el tejido de la ficción
Virginia Alberdi Benítez | internet@granma.cu
Quien pretenda adentrarse en la obra de Glauber Ballestero (La Habana, 1977), tendrá que dejar a un lado las convenciones de la recepción visual tradicional. El artista promueve representaciones ficticias que pretenden tener visos de realidad, y a la vez lo real ante la vista se diluye en el tejido de la ficción.
No hay engaño, sino simulacro. El artista, en la exposición que ahora exhibe en la galería Villa Manuela de la Uneac, despliega una estación imaginaria que conduce al surgimiento y evolución de una especie biológica que no se parece a nada y al mismo tiempo a todo.
Conceptium Saliara es una construcción mítica, una historia que se desarrolla a partir de episodios aparentemente inconexos pero que adquieren sentido en la medida que el espectador confronta experiencias y referencias culturales con el material que Ballestero, impúdicamente, maneja ante su retina y memoria.
De ahí que sea recomendable una lectura sucesiva e interrelacionada de las imágenes dispuestas en la galería, como si estuviéramos ante una película completa. La fragmentación impide la
aproximación que el creador desea, aunque ante cada detalle la pupila se detenga para disfrutar el refinamiento de una realización pulcra.
La especulación evolucionista de Ballestero tiene más de un punto de contacto con las fantasías distópicas que han ganado terreno en la ciencia-ficción contemporánea, con la diferencia que no pretende impactar la siquis del receptor, sino estimular reflexiones y nuevas interrogantes.
No se tiene que estar necesariamente de acuerdo con el artista. Ballestero no ofrece verdades sino posibilidades que una toma o deja, asimila o decanta. Estamos ante un ejercicio honesto que resalta por encima de la sofisticación de los medios expresivos, aun cuando estos, desde el punto de vista del oficio, han de ser considerados, porque al margen del discurso ideoestético o en último caso en función de este, Ballestero califica en el medio artístico cubano como un
realizador perfeccionista al que debemos admirar y seguir.
Su poética merece ser puesta de relieve. Al respecto ha dicho: «Cuando hago arte me interesa cuestionar muchas cosas, pero me parece presuntuoso que algún artista pueda cuestionar la credibilidad del arte. No soy tan fatalista para aseverar que está en decadencia como creen otros. Un artista no debe intuir como fórmula dónde y cómo alcanzar el arte, es un recorrido desconocido».
Tras la pista de Glauber Ballestero, en Villa Manuela, el espectador encontrará muchas sorpresas. Es lo que cabe.