Por Virginia Alberdi
Y en una cerca sin brillo
se enredaba el coralillo
Instalaciones, esculturas…obras de arte, más allá del mármol o el bronce, estas obras han sido creadas con elementos desechados, con fragmentos de otras obras, de elementos utilitarios u ornamentos que por el paso del tiempo o el deterioro ambiental fueron descartados…
Este demiurgo fabulador, un artista que ve más allá de lo evidente, que ha creado un mundo mágico, que obliga a reconsiderar los elementos rechazados.
Reciclar, revalorar, como se quiera llamar, Tomás Núñez, logra ese efecto revitalizador que hace pensar en elementos brotados de la ensoñación. Hace algunos años en una entrevista a propósito de sus creaciones afirmó: todos esos materiales que rebusco y encuentro le doy un carácter distinto a la hora de colocarlos en una obra; le doy otra lectura que cambia el sentido de ser le doy un vuelco. Para cada persona tiene un significado diferente en dependencia de la lectura que se le dé. Al final, es como la vida.
Y va mucho más allá, porque no son solo formas renovadas, ni elementos que añadidos, superpuestos, sino alcanzan una nueva condición o forma; al refuncionalizar estos elementos, ha ido creando un universo onírico velado por una pátina que los cohesiona y posibilita disfrutar el resultado de tan inteligente conjunción de objetos encontrados. Esta operación de objettrouvé constituye la esencia primaria de su búsqueda, en un proceso indetenible de resignificación que estetiza la experiencia del creador y de quienes se enfrentan a su obra. Es posible y legítimo entonces hablar de la concreción de una poética singular en el modo de hacer de Núñez, lo cual no quiere decir que ignore antecedentes valiosos legitimados por la historia del arte. Solo que, por ejemplo, la intención y el resultado se sitúa en las antípodas del readymade tan caro a Duchamp y de los azares del arte efímero en boga durante la medianía del siglo pasado.
Las caprichosas formas, resultado de estos collages o acumulaciones tridimensionales, poseen el aliento vital que reciben para situarse en el olimpo de las más exigentes creaciones, producto de esa imaginación siempre irrefrenable que le impide dejar de unir puros desechos para convertirlos en un ente novedoso, más allá de la belleza recobrada, se diría de una nueva belleza adquirida, porque de esa unión ha surgido el milagro de lo bello, en una nueva dimensión.
El artista burla la caducidad de los objetos, y al reformular su carácter le concede el don de la perpetuidad, resurgen ahora ungidos de ese carácter espléndido que confieren la constancia, la imaginación, la destreza y el tesón… alcanzan un nueva y respetable vida.
Tras conocer estas y otras obras es posible afirmar que el tiempo, en su paso,constituye una constante en toda la obra de Tomás, que las relaciones establecidas dentro de esadimensión supera el desgaste aunque recupera la memoria de las cosas. Cada obra de Núñez lleva implícito el acto de renacer.
Contemplar detenidamente cada una de sus obras permite la realización de un ejercicio aparentemente arqueológico –en el fondo no lo es puesto que las apropiaciones se distancian de la nostalgia- en el que se aprecia como de manera desenfadada cohabitan tuercas metálicas, botones de pasta, armazones de teléfonos celulares, cucharas, tenedores, grifos, en fin, todo lo humanamente imaginable, que ahora componen un personaje, un homenaje a otro artista respetable, una ruleta salida de una colección de calendarios astronómicos o la columna para conmemorar una nueva batalla épica.
Estas obras permiten sentir como los pecios tras el naufragio de una enorme embarcación se refunden para vivir en un nuevo mundo, en esta ocasión no en un océano, si no en una sala de exposiciones, donde celebran su triunfo sobre los elementos, el tiempo y la nostalgia.