La poesía de Nicolás Guillén nació de la música y a ella debe todo el esplendor que la caracteriza. Algunos estudiosos llegaron a afirmar que todos sus poemas eran un triunfo de la música cubana. ¿Quién podría esconder esa verdad? Pocos conocen que el autor de Sóngoro cosongo (1931) fue un temperamento sensible y apasionado que volcó su inquietud hacia casi todas las artes.
Las artes plásticas tuvieron en él a un degustador insaciable. Es innegable que su verso se alimenta de los sonidos que se asientan en el quehacer de los barrios populares, en el aliento de esos paisajes rurales en su misterio luminoso pero también de esa plasticidad que sus mejores amigos le prestaron para contribuir a la mejor definición de nuestro ser como cubanos. Son más que hermosos sus poemas consagrados a Víctor Manuel, a Fidelio Ponce, a Eduardo Abela, a Amelia Peláez. En su composición, Guillén se adentra tanto en la plenitud de las formas como en el estilo de cada uno de estos pintores, devolviéndole al lector la esencia misma de su genio.
Por eso, los que visiten esta extraordinaria muestra de arte cubano contemporáneo — concebida por la pintora Lesbia Vent Dumois– sin duda alguna, habrán de disfrutar, la convergencia de temas y formas nacidos alrededor del hecho poético creado a lo largo de medio siglo por Nicolás Guillén.
No encontrarán aquí ni una sola pieza que haya querido servir de simple ilustración a los versos de Guillén. Todo lo contrario.
Estas obras, continuando la tradición del Salón Independiente, expresan por sí mismas lo más depurado del arte de cada uno de estos creadores entre los cuales habitan verdaderos maestros de este antiguo oficio– quienes, de forma indefinible, entran y salen y vuelven a entrar al cosmos que palpita en cada uno de los textos que han querido acompañar, de buena voluntad, con sus mañas, su instinto, con su entrega desinteresada.
Como atributo de esta voluntad participativa, habrán de precibir, además, una auténtica gracia, una factura de gran excelencia , que remite al que las contempla hacia la obra de Guillén en sus signos rituales, en su sátira política, en su ternura erótica, en su solidaridad con la España de Federico García Lorca, en su perenne denuncia de los males sociales que acosaron, alguna vez, a la Isla de Cuba. Óleos, esculturas, calcografías, entre otras modalidades marcadas por la técnica mixta son las vías que encontraron estos grandes nombres de la pintura cubana, girando alrededor de un astro, girando alrededor de sus propios pinceles en busca de todos nosotros. La pintura girando en su mundo marino, en su gruta de monte, en sus vientos huracanados, en sus signos multicolor, en su color cubano.
En fin, la pintura cubana girando en los umbrales, girando por sí misma, en los versos eternos de Nicolás Guillén.
Nancy Morejón
La Habana, 21 de julio , 2006