O,Brave New World![1]
Por Sandra Sosa Fernández
No puedo pensar la República Honolástica del Dermis Cromopilato (RHDC) de Glauber Ballestero sino como parte de esa gran tradición, literaria antes que audiovisual, donde se narran episodios de desobedencia y rebelión porque la criatura se arroga facultades que solo Dios posee. El hombre, ante sus limitaciones cognocitivas, deja de percibir o descubrir su entorno, y se convierte en un inventor o creador de mitos. A semejanza con el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Jorge Luis Borges, la RHDC no llega a la desmesurada ambición de crear un planeta desconocido; pero como él,Platón, Francis Bacon, Tomás Moro, H. G. Wells, Aldous Huxley o George Orwell, reúne ciencia, filosofía, antropología, bajo el imperio de la imaginación. Heterotopía, distopía o utopía, según el artilugio de nuestra presunción, desdoblauna visión transversal del pensamiento Occidental por la declinación de sus obsesiones, centro también de sus contradicciones: el conocimiento, el tiempo, la eternidad, la historia, el bien y el mal, el poder, la sociedad, y en ella, el individuo como artificio.En el aire, flotando de manera esquiva, el axioma de George Berkeley: “Existir es ser percibido”; idea poco convincente, al decir de David Hume, pero sin dudas irrebatible.
Quizás por ello el artista,como buen storyteller, prefiere dejar al libre albedrío la interpretación de sus obras, en una invocación del misterio, la duda y la incertidumbre que provoca su ambigüedad plástica. Cada exposición es un aleteo de (i)rrealidad, la suma de fragmentos donde lo conocido se omite, desfigura o sencillamente se invierte, en aras de construir lo imposible. Estas provocaciones, discontinuas y asincrónicas, donde no queda claro su principio y/o final, suman la intrusión de distintas lenguas; aspecto que pone en crisis el sistema léxico y enciclopédico del hombre medio. Lo (i)legible del código articula baches de silencio, un nivel de abstracción que torna hermética la lectura,a pesar del exceso de significados que provee una sociedad lastrada por sus procesos de fragmentación, decontextualización y recontextualización del conocimiento. El consumo inmediato y superficial, la pura sensación,es el primer paso para una percepción que debería intercalar observación, sinestesia corporal e introspección. Sin embargo, para el autor es suficiente con que el espectador trascienda el abismo de su “docta ignorancia” con un mínimo de interacción.[2]
En este sentido, la única información expedita que recorre los tres estadíos de esta RHDC es su corrimiento hacia un color blanco específico, que es también su fase máxima y última: Appaloosa.[3] En función de este efecto albear, Glauber describe[4]una metodología de trabajo donde la imagen se (re)escribe por el trueque de dones entre lo analógico y lo digital en su desplazamiento a través de los distintos lenguajes y/o medios (extra)artísticos. La copia y el original (múltiple) se funden en una máscara (audio)visual que oculta los límites entre tecnología y handmade. Aquí destaca el uso de la resina líquida o la cera; material cuya presencia retrotrae esa técnica milenaria llamada la encáustica, mientras aprovecha su compatibilidad y renovación respecto a los medios modernos. Ambas tienen la capacidad de encapsular “la cosa o su ilusión” en una suma de capas donde la imagen(original) pierde veracidad y (re)nace hasta ser pura sugestión. El autor consigue un efecto de desidentidad a través de una actividad continua de encubrimiento que invisibiliza las distintas fases creativas. En última instancia, no le interesa mostrar los métodos, sino el resultado.
Como trasfondo subliminar se advierte una jerarquía social de prácticas, discursos, diferencias, y eventos de inobjetable componente político-cultural que soportan una ideología de la raza.Ser blanco desde hace más de 500 años ha significado un ser superior, con capacidad y autoridad para estudiar a los otros pueblos y entenderlos mejor de lo que ellos serían capaces de entenderse. La raza, considerada la primera “otrificación” moderna, es un fenómeno enquistado en el colonialismo desde sus orígenes, la conquista de América (1492).Europa generó una idea de sí misma como “centro” donde América Latina y el Caribe se convirtieron en su primera “periferia”. Impuesta como criterio de clasificación universal, la categoría raza trazó las nuevas identidades sociales: indio, negro, asiático, blanco y mestizo, y su respectiva locación geocultural: América, África, Asia, Europa y Oceanía. Hasta las ficciones literarias contribuyeron a esta estereotipación del “Otro”, igual que cualquier texto emanado desde el conocimiento académico.El racismo es la más perceptible de las manifestaciones de la colonialidad, su mejor invento de dominación gracias a su profunda y omnipresente connotación sociocultural y clasista.[5]
Por otro lado, asumir que Cuba comparte los mismos patrones (neo)coloniales del Caribe en su traspaso del dominio español a la metropolí norteamericana hasta 1959, es un acto de (re)conocimiento necesario para cambiar verdaderamente el futuro.La marca indeleble de la esclavitud y el racismo que formuló este dominio persiste a pesar de una revolución que quiso ofrecer igualdad de oportunidades y derechos a todos los ciudadanos. Estas reminiscencias se desbordan en manifestaciones de un neorracismo del siglo xxi que, aparte de la raza, se revela en esas otras facetas de la identidad que son clase, género y sexualidad. Los últimos datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), previo estudio de las estadísticas entregadas por el Censo de Población y Viviendas de 2012, refieren que la estructura de la población es blanca (64,1%), negra (9,3%) y mulata (26,6%), según una metodología de autoclasificación.[6]Interesante como mirada, esta es la pauta étnico-cultural que tiene el pueblo cubano de sí mismo, a despecho de un discurso oficial que redunda en la hibridez étnica, cultural y racial del árbol genealógico nacional. “Adelantar o atrasar” la raza continúa siendo la premisa de un horizonte de expectativas atrapado en el paradigma del fenotipo caucásico.
Desde esta perspectiva quiero pensar que Glauber Ballestero subordina todas sus acciones a una interpelación sociocultural. Los Appaloosa son una raza de caballos, descendientes de los potros españoles que llegaron a las Américas con la conquista, y que la tribu de indígenas norteamericanos Nez Perce domesticaron. En una selección genética que duró más de 200 años, se creó un linaje de pelaje moteado y pezuñas rayadas, al que nombraron así en honor del río Palousse, que atraviesa la zona de Oregón. Appaloosa también significa, en lenguaje nativo, pecoso o moteado. Símbolo del coraje y la resistencia frente a la opresión colonial, estos animales sirvieron a los pueblos nativos de Norteamérica cuando se enfrentaron a los gobiernos de EEUU, México, Canadá y los colonos blancos. Su éxito fue tal que en 1876 el gobierno norteamericano dio la orden de que todos los appaloosa fueran aniquilados. Gracias a una pequeña parte de la población que sobrevivió, y del trabajo realizado por el Appaloosa Horse Club (1938), se recuperaron.[7]No puedo imaginar la transición hacia (el) Appaloosa, sino como la búsqueda y representación de un ideal (est)ético. Allí donde confluyen las múltiples gradaciones de lo blanco, Appaloosa describe la complejidad de “no ser exactamente blanco” en un contexto de fuerte mestizaje.
Pero la palidez monocroma del Appaloosa no basta para explicar la RHDC como una prótesis de lo real. Pinturas, dibujos, paisajes, fotografías, retratos, esculturas, videos, objetos… se subsumen en una visualidad teatral, donde el tapizado de las paredes con apariencia de papel pintado, alimenta una atmósfera ecléctica, dramática, solemne en su ritualidad contenida. Un simulacro de nación donde una extraordinarización de lo cotidiano se sumerge en imágenes, objetos, situaciones, que frecuentan los rasgos de una monarquía o nobleza perdida en la bruma de los tiempos.Manierismo anacrónico donde cualquier paralelismo con el contexto local se funda en la alegoría y la metáfora. La liturgia, que en la democracia ateniense era un encargo donde los ciudadanos más ricos debían financiar aspectos de la vida pública porque su riqueza nacía de la ciudad,[8] repite su conversión en esta ficción como signo de distinción y diferenciación social. El resto se subordina a una analogía entre ciencia y mística, que introduce teorías pseudocientíficas de carácter creacionista y evolutivo para explicar la llegada de un ser elegido. ¿Acaso el estigma de la raza y sus prejuicios excluyentes no halló sus mejores argumentos en el racismo científico de los siglos XVIII y XIX, y en su introducción del concepto biológico, antropológico y médico de las razas humanas que catalogó según sus características físicas? El gesto recombina con ironía la historia que ha sido desechada por irrelevante, incoherente o inconveniente, en una subversión de las relaciones entre centro y periferia.
Esta estrategia de camuflaje e imitación del discurso eurocéntrico le permite a Ballestero escapar de los guettos clasificatorios que replican las nuevas coordenadas trasnacionales y geopolíticas de democratización y redestribución del poder. Ejercicio de “blanqueamiento” que desdobla la existencia de una tradición de colonialismo interno,[9]a la cual contribuye un sistema educacional de notable influencia e impacto eurocéntrico en el campo intelectual cubano. Las referencias teóricas o epistemológicas a los centros de poder destacan sobre aquellas de herencia histórico-cultural común.[10]La tendencia no es casual: de Frantz Fanon a Edward Said o Gayatri Spivak, los mejores pensadores postcoloniales coinciden en que las batallas por los territorios coloniales han implicado un combate paralelo sobre el pensamiento y el lenguaje. Sin embargo, para el hindú Homi Babha no existe esta división radical entre colonizador y colonizado; sino una operación bidireccional de asimilación y rechazo, desprecio y deseo, que ocurre en aquellos espacios de representación comunes. El colonizador construye al colonizado y éste construye al colonizador. El resultado es una negociación cultural que coincide en representaciones híbridas donde no existe el “yo” o el “otro”, sino una tercera voz que enuncia.[11]
Aquí es donde Glauber, mitómano de escurridizo escepticismo, asimila una práctica trans e intermedial donde son habituales procedimientos de la cultura remix, de inobjetable raíz pop: apropiación, cut&paste, upcycling, remake, mashup… El lenguaje se repliega sobre sí mismo en una crisis de confianza donde la cita se extiende ad infinitum para abolir las cronologías, los hechos, las estadísticas, y la contingencia en aras del mito. Transfiguración que prefigura un tercer mundo donde Saliara es un animal mitológico, una especie de anfibio que mutó sus órganos interiores para vivir entre la tierra y el agua, y no el nombre de una de las más hermosas playas de mármol en la Isla de Tasos, Grecia. La imagen es perfecta: una (des)ilusión llena de vértigo y pesadilla, fragmento y olvido; una metamorfosis que encarna el velo, la niebla y el crepúsculo.No puedo evitarlo. Borges regresa a mí en la forma de una página en blanco, la inefable “utopía de un hombre cansado”.
La Habana, 10 de agosto de 2023
[1]«O wonder! / How many goodly creatures are there here! / How beauteous mankind is! O, brave new world / That has such people in´t!» William Shakespeare: The Tempest, Acto V, Escena 1. En www.folger.edu/explore/shakespeares-works/the-tempest/read/ (Acceso a la información: 10 de agosto, 2023)
[2]“(…) Me interesa tanto el espectador que disfruta solo la parte retiniana como el que busca las historias que progresivamente van abriéndose, que va intentando profundizar en lo conceptual. (…) Mi máxima es: no importa lo que sea, tú sabrás lo que es”. Claudia Taboada Churchman: “Moebieus Saliara. Entrevista a Glauber Ballestero”. En revista digital Art OnCuba, 1 de septiembre de 2017.
[3]“(…) debemos entender estos estadíos como una evolución cromática de pigmentos. Lo visualizo como un desplazamiento simbólico, una transición al color blanco, aunque este progreso no siempre sea perceptible al ojo humano”.[3] Alain Cabrera Fernández: “Visado para entrar a la República Honolástica del Dermis Cromopilato. Una conversación en dos tiempos con Glauber Ballestero”. En revista Artecubano, No. 3/4, sección Otros Espacios, 2015, p. 73.
[4]Por ejemplo:
Amava Linaje-Appaloosa (raymaluz Art gallery, Madrid, 2013): Las imágenes fueron reinterpretadas en pintura, para luego ser, primero, fotografiadas, y segundo, encapsuladas las fotos en resina transparente. Antes se había construido un molde con el registro en negativo del cuadro, logrando así un objeto que comprende todos los medios involucrados. (pdf cortesía del artista)
Conceptium Saliara (Galería Villa Manuela, La Habana, 2017): Los filmes Creature From The Black Lagoon (1954) y Anphibian Man(1962), muestran seres sobrenaturales, alterados genéticamente, y con la capacidad de interactuar dentro y fuera del agua. Conceptium Saliara toma fragmentos de ambaspara mostrar la evolución y transformación de Saliara, hasta el disfrute en su nuevo hábitat. La edición se realizó de manera tradicional, con materiales originales en Super 8, siendo moldeada la cantidad de cinta que contiene el deleite de este ser, y reproducida de forma repetida con cera blanca. (pdf cortesía del artista)
[5]Aníbal Quijano: “¡Qué tal raza!”. En www.studocu.com/es/document/universidad-catolica-santa-teresa-de-jesus-de-avila/teoria-e-historia-de-la-educacion/quijano-anibal-que-tal-raza/29480318 (Acceso a la información: 5 de agosto, 2023)
[6]Ref. María del Carmen Zabalas Argüelles: “Desigualdades por color de la piel e interseccionalidad: análisis del contexto cubano 2008-2018.” En Colección Tensión y complicidad entre desigualdades y políticas sociales. Análisis interseccional del contexto cubano 2008-2018, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Programa-Cuba), 2020 Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela, 2020, p. 10.
[7]www.losequinos.com/blog/caballo-appaloosa-conoce-el-origen-de-la-raza_53 (Acceso a la información: 5 de agosto, 2023)
[8]www.labrujulaverde.com/2021/03 (Acceso a la información: 10 de agosto, 2010)
[9]Ref.concepto manejado por Pablo González Casanova desde 1963 y actualizado en el 2006.Roberto Zurbano Torres: “Racismo vs. socialismo en Cuba: un conflicto fuera de lugar (apuntes sobre/contra elcolonialismo interno).” En Meridional, Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, No. 4, abril 2015, p. 18.
[10]Ibídem., pp. 13-24.
[11]Homi Babha: “El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del discurso colonial.” En El lugar de la cultura, Ediciones Manantial SRL, Buenos Aires, Argentina, 1994, pp. 111-120.