Según las acepciones del Real Diccionario de la Lengua Española, objeto es una cosa material y concreta, por lo general de dimensiones reducidas, sinónimo de elemento; también es la causa de una acción física o intelectual, sinónimo de motivo.
Conjugando estas dos acepciones desde el punto de vista semántico, se puede inducir que René Peña convierte objetos habituales en destino de una acción o sentimiento. Este concepto nos ayudará a comprender por qué caminos transita la obra del artista en estos momentos.
De Peña mucho se ha visto y escrito. En esta ocasión abandona la ya habitual utilización del cuerpo humano como soporte de su discurso, y nos propone objetos aparentemente inconexos, oportuna y necesaria ruptura en su vasta obra.
El antecedente más importante y posiblemente más antiguo en el tratamiento de objetos a través del lente, lo constituye el gran artista americano Edward Weston (1886), pionero en considerar la fotografía como arte: entre los ejemplos de piezas objetuales en su obra se destacan El excusado (1925), mueble sanitario que simula una escultura griega y Pimiento (1930), pieza que a partir del nivel de composición lograda se asemeja a un torso musculoso.
Peña había incursionado anteriormente en esta temática, con propuestas bien diferentes a la que hoy nos ocupa. En la serie Muñeca mía de 1992, trabajo autoreferencial en el que mezclaba el cuerpo con muñecas infantiles, nos hacía reflexionar sobre la negritud, las diferencias raciales, la sexualidad y la marginalidad. Otro referente obligado lo podemos encontrar en la serie Icon (2006), trabajo exhibido en la 9na Bienal Internacional de La Habana, proyecto en el que se fusionaban instalaciones consistentes en vulgares objetos de consumo encerrados en urnas de cristal, con fotografías presumiblemente abstractas sobre detalles de estos, sobredimensionando así el valor de los mismos y convirtiéndolos en iconos de la modernidad: ríspida crítica sobre la pseudocultura kitsch y el consumismo, tan arraigados dentro de la sociedad contemporánea.
En el caso que nos ocupa el artista nos propone piezas de gran formato impresas en tela, y como es su costumbre, nos malcría regodeándose en el uso de una depurada técnica fotográfica, obteniendo como resultado un producto final de factura impecable. El espectador se enfrenta con un discurso estético de gran plasticidad y a la vez con una obra muy polisémica.
Partiendo de la temática objetual que hilvana el proyecto, en gran medida su solidez descansa en la diversidad de estilos que abarca. El uso de formas geométricas simples como la imagen del perchero mutilado, característico ejemplo de minimalismo, se mezcla con piezas marcadamente conceptuales como las que muestran un hueso de pollo o una suela de zapato, donde subyacen el agobiante mundo del consumismo y la precariedad que nos golpea cotidianamente. En la pieza Zafra, el artista, de manera irónica, nos invita a participar en la controvertida polémica de hasta dónde es posible la materialización de las utopías.
Dos piezas, a mi juicio, quizás sean las más emblemáticas de esta muestra: Sad blue child, obra que constituye el embrión de la serie por ser la primera que realizó, razón por la cual Peña decidió dar este título a la exposición; la segunda, fotografía en la que aparece una careta de buceo y que, apartándonos de su belleza visual, misterio y sordidez, es la que de manera más clara nos permite apreciar la relación objeto-sujeto, en este caso el sujeto menos ausente que en el resto de las otras piezas. Todos en determinado momento nos escondemos detrás de una máscara, o nos quitamos la misma. En el caso de Sad blue child sucede algo parecido: la pata de rana que simula un rostro infantil, nos sugiere un espectro de interpretaciones que solo está limitado por nuestra agudeza y percepción.
Detrás de cada objeto fotografiado y observado, existe un juego entre textura, plano, uso del color e iluminación, donde la ambigüedad de las imágenes nos remite siempre al sujeto ausente, provocando reflexiones a partir de las diferentes funciones primarias inherentes al objeto en cuestión.
Ruptura total en la obra de Peña; la suerte está echada. Ustedes tienen la última palabra.
Por José Fernando Fernández