Cuando pensaba en un título que uniera a estos cinco artistas, no encontraba ninguno adecuado. Maldita manía la nuestra, de los críticos e historiadores, de siempre necesitar justificar ciertas empatías en el arte, muchas veces de forma innecesaria. Y es que se ha perdido el placer de decir, simplemente, porque sí. A ellos no les unen estéticas ni ideas comunes, mucho menos métodos de trabajo. Los conecta un gran respeto e infinita confianza en el arte y sus procesos inherentes. Es precisamente ese el denominador común de estos artistas: poner en valor la laboriosidad y el oficio en el arte, en momentos donde no se premia la tenacidad procesual y paulatina, sino el que más rápido se inserte en el mercado cultural. El sacrificio es una actitud ya casi perdida en el arte, más bien un lujo de pocos.
Estos artistas responden a las mejores enseñanzas y prácticas de las técnicas del grabado, pero este dominio no los constriñe. En esta exposición han querido rendirle homenaje a la gráfica, desde sus muy personales estéticas, pero no como un devoto acto de fe ni de revalorización de la manifestación; simplemente utilizan las bondades del grabado para poder comunicar y defender ciertos conceptos. La gráfica constituye para ellos el medio exacto, aquí y ahora, para reflejar esas ideas, no hay otra forma, y están en el camino correcto.
Para algunos, como Frank Martínez, esta exposición se convierte en una vuelta al oficio. Luego de un tiempo trabajando el dibujo a carboncillo y diferentes soportes, este regresa a la gráfica con una suerte de ingenioso homenaje. Como en obras anteriores y con la perspicacia que lo caracteriza, sus títulos hacen guiños hacia el propio proceso gráfico, aportándoles un carácter lúdico pero a la vez estableciendo una comunicación cómplice con aquellos más entendidos de la profesión.
Al grabado cubano siempre lo ha caracterizado la complejidad tanto técnica como simbólica y Orlando Montalván es uno de los artistas que con más fuerza ha empleado estos recursos. Al manipular directamente la matriz, la despoja de su sentido práctico, de su función intermediaria, para convertirla en un objeto aparentemente inofensivo, donde el contexto en que los inserta y por supuesto la expectación que ellos suponen, generan un estado de sitio, de atención y sospecha.
En la obra de Osmeivy Ortega es posiblemente donde más se advierta la laboriosidad y dedicación por lograr el más preciso refinamiento de la técnica. Como si de un proceso de expiación se tratara Osmeivy traza con finos hilos una minuciosa y exquisita constelación caribeña. Toda su obra esta marcada por un matiz polémico, por un discurso de y desde la insularidad, pero con una actitud universal. Para él, nada es más trascendente y vital que nuestra historia local.
Y es precisamente la resistencia de una historia local quebrantada a través de la arquitectura la que podemos encontrar en las piezas de Octavio Irving. El deterioro, la corrosión y degradación hace mucho que forman parte de nuestra cotidianeidad; y en cierta forma el artista se reconoce dentro de ellos. Pero en esta historia de depauperación, las obras de Octavio retan al tiempo, y ponen a prueba la resistencia y permanencia, -aunque transformable- de un símbolo social.
Es tal vez Mabel Poblet, la única artista de esta exposición que no pueda considerarse una grabadora en todo su amplio sentido, aún cuando la base fundamental de gran parte de su obra sea la serigrafía. En esta exposición la artista se vale nuevamente de esta técnica para construir una compleja red de relaciones sociales y de poder. Desde la autorreferencialidad, -característica en toda su obra- da paso a la construcción de un discurso de fuerte carga humanística que irrumpe con la individualidad del ser único y solitario. Somos parte de un mini cosmos donde todas nuestras acciones cuentan, son transformadoras y por ello somos responsables.
La actitud asumida por estos cinco artistas es abierta y desprejuiciada. Trabajan incansablemente grabando, estampando, tirando, y mientras lo hacen se divierten. Siempre he defendido la idea de maltratar el grabado técnicamente, aunque algunos no lo aprueben. En esta exposición estos artistas se lo han permitido, pues para ellos está muy claro que -con todas sus acepciones posibles- Saber tirar y tirar bien es precisamente eso, rigor y franqueza, pero sobre todo mucha diversión.
Cristina Figueroa Vives