La autodefinición y la autocompresión son necesidades vitales para la subsistencia del individuo y la sociedad donde se desarrolla. Una y otra vez se revisan, deconstruyen y construyen conceptos como Patria y Nación, desde diferentes ámbitos gnoseológicos. Cíclicamente alcanzan relevancia para cualquier estado o pueblo, dependiendo de momentos de crisis o grandes oportunidades de cambio; y ello, a pesar de la Globalización que ha experimentado el mundo y la movilidad acrecentada de sus seres humanos. La relación del sujeto con el contexto donde nació y creció, sus referentes lingüísticos, históricos, políticos, económicos, culturales, sentimentales y afectivos continúan importando.
Cuba vive un momento de transformaciones trascendentales, las más notables que se hayan dado desde el triunfo revolucionario en 1959 y Mabel Poblet, como la mayoría de los cubanos, está atenta a ellas. Aunque su obra anterior no registra acercamientos directos a tópicos de índole política, Patria -su última serie de trabajos aun en desarrollo- evidencia un proceso de toma de conciencia cívica y de cierta maduración sobre lo político en ella. Ha comprendido que se debaten el presente y futuro de la Nación. Sin mayores pretensiones conceptuales y con la naturaleza intuitiva que ha signado su creación, comparte algunas de sus percepciones sobre ese proceso de expresión y legitimación constante del sentimiento común del pueblo, que debe darle sentido al concepto de Patria.
Un conjunto de paneles, dispuestos a modo de vallas, registra y actualiza gráficamente la evolución de dicho concepto desde perspectivas, a veces complementarias, a veces contradictorias. Allí están algunas de las definiciones más lúcidas, evocadoras y también algunas de las más excluyentes y jerarquizadoras; pasando por la sencillez de la visión de los niños que asumen que Patria es igual a Revolución y ponderan la música campesina y nos recuerdan la necesidad de defenderla de «cualquier cosa que venga a atacarla, sea política o natural», supongo que a propósito de nuestras batallas, también épicas, contra los ciclones. No se incluyen criterios que le nieguen a la Patria su soberanía, o que justifiquen injerencias o agresiones contra Cuba o sus nacionales, sin embargo, definitivamente caben patrias más personales, respondiendo a la pasión de los ciudadanos por vivir como libres no solo en relación a otras naciones, sino respecto a la dominación e intolerancia que establecen los privilegios domésticos.
Es evidente que en esta coyuntura histórica no bastamos para hablar de Patria los cubanos que hemos permanecido dentro de la Isla. Marea Alta, la instalación conformada por miles de fragmentos de fotografías del mar, donde Mabel nos obliga a zambullirnos, nos habla de la posibilidad y la necesidad de alcanzar, abrazar la «otra orilla». Ya se sabe que desde Cuba el mar ha sido tránsito recurrente para la emigración no regular y que a través de él muchos cubanos consiguieron su sueño, otros fueron rescatados y tuvieron que retornar y una parte considerable falleció. La pieza no insiste en referencias directas a la tragedia migratoria, que aunque continúa siendo parte de nuestra realidad, lentamente cede paso a desplazamientos ordenados, menos dolorosos. En relación con su título sugiere una reflexión sobre los cambios periódicos del estado de la naturaleza y las cosas, sobre la urgencia de crecer desde una voluntad inclusiva, atendiendo a la parte. El mar en esta pieza no quiere ser muro de contención, quiere ser metáfora de vida, esperanza.
La posibilidad de regresar al país, de intentar una experiencia de vida en el exterior y retornar a la Isla conservando derechos y deberes, hasta hace solo 2 años, era casi imposible para cualquier cubano. Los procesos de repatriación solían ser muy engorrosos. En muchos casos -vale aclarar- tampoco para los ciudadanos era deseable o viable el retorno. Pero, habiéndose producido un cambio relevante en la normatividad migratoria y a partir del estímulo que suponen las modificaciones en materia de propiedad y cuenta-propismo, entronizadas por el gobierno cubano, a lo que se suman las crisis que atraviesan algunos países de acogida; el regreso constituye hoy una opción real. In and Out, díptico conformado por aros, cuyos diámetros crecen o decrecen indicando un camino de ida y vuelta, con el mar nuevamente como motivo y en este caso, también el cielo, intenta legitimar, celebrar ese proceso. Es la expresión clara de Mabel y a través de ella de la sociedad cubana, del deseo impostergable, de que Cuba esté definitivamente abierta a sus hijos, de que sea ese lugar al que siempre se pueda y se quiera regresar.
Próximamente el Capitolio habanero, ahora en restauración, retomará sus funciones originales de servir como recinto a las sesiones del parlamento cubano. Mabel se adelanta y lo pone a dialogar con el Capitolio de Washington, modelo inspirador de la propuesta cubana en tiempos de la seudo-república. Juega con el valor simbólico y político real de ambas edificaciones, donde se supone que se decidirá, finalmente, el futuro de las relaciones entre ambos países y por consiguiente el impacto que ello tendrá, sobre todo, para los destinos de Cuba. Contamina la maqueta del inmueble norteamericano con varios videos tomados en el entorno del edificio cubano. Advierte sobre la necesidad de transparencia en todo este proceso y la aspiración de que impacte, lo más positiva y equilibradamente posible la vida del pueblo cubano.
Todas las propuestas han sido resueltas con elementos comunes a sus trabajos anteriores, la fotografía, el fragmento, el objeto con fuerte presencia física, la operación serigráfica, los espejos y en general el cuidado estético. Pero como nunca antes Mabel ha pospuesto su yo. Todas las obras exigen cierto nivel de interacción, la Patria tiene que ser un espacio plural de construcción menos homogéneo, complejo como la realidad. Ya lo decía José Martí, aun en momentos donde lo que estaba en juego era la independencia de Cuba. «La patria es dicha de todos y dolor de todos y cielo para todos y no feudo ni capellanía de nadie».
Sachie Hernández
La Habana, 28 de abril de 2015