Jorge Luis Santos es un hervidero de ideas pues constantemente reformula su discurso dentro de los cánones de la abstracción. Con solo unos pocos días de diferencia, lo encuentro explorando la delicadeza de papeles de colores, las posibilidades matéricas de la picadura de cigarro y hasta el interior y exterior de colchones, ya fuese por su expresividad intrínseca o por el anuncio de universos que creía ocultos y que él está dispuesto a conocer.
La abstracción ha abierto para él caminos que no se detienen en la superficie del lienzo ni en la frialdad del plástico con el que protege sus cajas de luces expuestas hace poco más de 2 años. Cualquier material le es propio y lo incorpora sin prejuicios, más allá de su nobleza o agresividad, sus rugosidades y brillo, su transparencia. Por eso va resultando cada vez más difícil reconocer hacia cuáles vertientes dirige una obra personal que experimenta un constante proceso de formación, como si no deseara arribar a sitio alguno, a puerto seguro, temeroso del encasillamiento o satisfacciones prematuras.
Esta exposición es una mínima parte de un portentoso caudal de obras surgidas de numerosas lecturas y viajes. Y de una necesidad íntima de reconocer en ellas sus inquietudes psicológicas, individuales, sus tormentos y obsesiones, sus deseos y certezas. En unas se observa la meticulosidad deducida del oficio de pintar; en otras un pensamiento salvaje, proclive al desgarramiento, donde confluyen manchas, letras, números, maderas, vidrios, restos de revistas, papeles inútiles y vírgenes. Y si hoy nos encontramos frente a ellas, mañana quizás no las volvamos a ver pues pueden engrosar su propio almacén o colecciones privadas aquí y en otras latitudes. Ellas mismas se convierten así en discurso efímero, ocasional, jamás repetido.
Las expectativas que haya creado alguna vez ante el público y la crítica se desvanecen ahora para dar paso al asombro. Si lo identificamos dentro del panorama global del arte cubano es por esa condición cambiante y perecedera que lo hace inclasificable aun cuando se trata de un abstracto ciento por ciento, de pies a cabeza. Con todas las de la ley.
Nelson Herrera Ysla
Enero 2015