Diario

Carlos Alberto Montes de Oca abril 2005

Diario

Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo
ejercicio presupone un pasado que los
interlocutores comparten… El Aleph, Jorge Luis Borges

Siempre me ha parecido un extraño privilegio conocer la totalidad de la obra de un artista, esta circunstancia la comparo con la imaginaria posesión de un catálogo razonado virtual donde quedan impresas, unas tras otras, las piezas de un rompecabezas.
Si ahora, después de una década de seguir la obra de Montes de Oca me preguntaran sobre la posible sistematización, clasificación o división de la misma por etapas o periodos, me colocarían en un gran compromiso porque vista en su conjunto, equivale a un gran tratado de arte y de vida del cual algunas páginas han sido arrancadas y desechadas, mientras otras sobrevivieron definitivamente.
La primera impresión al ver sus obras, hace ya más de una década, fue una paradójica mezcla de indecisión y sorpresa; Indecisión, por no saber qué decidir, si opinar o callar; por suerte no enmudecí, me enfrenté al dilema de expresar lo que pensaba porque presentía había algo en aquellas incógnitas y extrañas piezas que me atrajeron y apuntaban claramente hacia una rápida y aguda evolución. Y así fue…
En 1992, su primera muestra personal estuvo marcada por las aguas, un terrible aguacero, uno de los más intensos de la década del noventa, amenazó el acto de inauguración. Por entonces, la diáspora artística había mermado, mientras, la «malahierba» seguía creciendo día a día; todas los meses asistíamos a un nuevo «show» donde resplandecientes «estrellas» se iniciaban en el rito del espacio-galería.
Aquella tarde, bajo un escenográfico chorro de luz, el cantante Orestes Macías interpretó una de las más estrafalarias canciones jamás compuestas Bodas negras…, una necrófílica historia de amor donde un amante roba el esqueleto de su amada del cementerio para conducirlo al lecho nupcial y adornarlo de cintas y flores; muy curioso, pero habíamos decidido titular la exposición con ese nombre. Lo que describimos acontecía en un Centro de Desarrollo de las Artes Visuales ubicado entre dos paradigmáticas exposiciones: El objeto esculturado, mayo, 1990 y Las metáforas del templo, febrero, 1993, periodo singular y complejo de las artes contemporáneas en Cuba. Comenzaba por entonces la aburrida e insustancial porfía sobre la continuidad o ruptura del arte de los noventa como sucedáneo de los asombrosos ochenta.
Aquellos extraños cuadros, hoy los recuerdo de manera imprecisa y no puedo dejar de superponer encima de aquellos sus obras actuales, pero al mismo tiempo no pretendo suprimir lo que vi crear día a día durante la curaduría de la muestra. Seres biomórficos, descabezados, desmembrados, atravesados por enormes cuchillos; era una visión casi apocalíptica aquella asumida por el pintor. En la plástica cubana Antonia Eiriz y Umberto Peña habían llegado lejos, solo que MO proyectaba ir más allá…Quizás por ese motivo sus modelos se diluían y las posibles referencias se agotaban con rapidez, el artista de cierta modo llegaba a un punto que no tenía retorno…y, en ese preciso momento sucedió lo imprevisto, tuvo que retirarse por cuatro años del medio natural, del laboratorio en que se estaba convirtiendo La Habana después de la celebración de la Cuarta Bienal, en 1991.
El arte cubano había traspasado su Anunciación y arribaba a su Natividad, había dejado de cocinarse en su egocéntrico caldero de hierro y se deslizaba poco a poco hacia una cocción elaborada en lustrosas cacerolas; mientras esto acontecía en La Habana, MO continuaba su obra en una urbe, tan descentrada artísticamente como Bucarest; las piezas de esa etapa, comprendidas entre 1994-1997, patentizan una evidente pero, al mismo tiempo, lógica desorientación. Interesantes proyectos de todo tipo emergieron en aquellos días, miles de bocetos se acumularon pero casi nada llegaba a su realización.
Cuando por fin regresa a La Habana, todo se había transformado. El Arte Cubano se encontraba en la mirilla de galeristas, directores de museos y algún que otro sinvergüenza disfrazado de mecenas. En el medio de esa coyuntura continúa su Diario, había que «escribirlo» a toda costa; sin miedo, aunque con muchos temores comenzó aquel nuevo ciclo de su obra. Este reacomodo y su reinserción se vislumbraban difíciles, en un medio definitivamente trasmutado. De cierto modo ahora era un extraño en aquel hervidero de arte y artistas que volvía a frecuentar. Volver entraña reunir muchos factores objetivos y subjetivos que no resulta fácil convocar al mismo tiempo, se trataba de una carrera que había comenzado algún tiempo atrás y había que tratar de alcanzar al pelotón que se hallaba en la punta. Si el Diario de Montes de Oca poseyera una existencia material aquí en este preciso instante ubicaríamos su Segundo Capítulo.
La presencia y empleo de los símbolos en su obra no es un hecho reciente; ha sido una constante a lo largo de todos estos años. Algunas veces nos retrataba con la apariencia de un monstruo, en otras, nos transformaba en un vulgar zapato u cualquier objeto cotidiano, luego, fuimos animales, más recientemente nos ha convertido en un maniquí-modelo que responde a la manipulación de su «creador», a veces nos impele a caminar o correr; si MO lo desea nos hace detener la marcha para despedirnos. Pero, no siempre todo es tan evidente. En ocasiones el símbolo nos agarra por el cuello y, en otras, nos da las espaldas. Someternos o no a estos códigos que brotan de su propia existencia es una de las opciones, quizás la otra sea considerarlos verdaderos acertijos que guardan un secreto inescrutable. Sea cual fuere la decisión estaremos traspasando el umbral de un diario, su diario, dando vueltas en un reloj de arena finito que en cualquier momento puede detenerse.
En 1998 en el catálogo de su exposición El último día, en Galería Habana, el artista publicó un testimonio revelador que muy bien podemos aplicarlo a sus trabajos más recientes,
«El «regodeo» que establezco en mi obra con los símbolos, me proporciona entender las relaciones entre mis análisis y sus raíces históricas e interconectar el legado cultural a mi experiencia (…) Para miel medio es la obra y el proceso la finalidad.»
Si para MO el proceso constituye la finalidad, por este medio nos estará revelando parte de los secretos que guardan sus obras. No se trata de apreciar una pieza de forma aislada para sacar conclusiones individuales de cada una, hay que remontarse a la anterior o a la siguiente, al conjunto, para «descubrir sus verdaderas intenciones». Aparte debemos reconocer que cada símbolo varía su significado de acuerdo al contexto en que MO lo ha situado.
Para andar en aguas oscuras, 2001 El leit-motiv del conjunto de dibujos y pinturas que exhibe en la presente barro, cristal e intestino animal; muestra, es una figurilla de lasque se emplean en las clases de dibujo de cualquier academia de artes plásticas, no es posible corroborar si a través de este personaje ahora omnipresente-, el artista se autorrepresenta. Cuando en 2002, en la El ídolo, 2002   exposición del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el artista ubicaba en madera y pelotas;   el centro de la sala El Ídolo, quizás su instalación más lograda, había concebido un medidas variables   personaje a partir del cual modela y expresa sus ideas. Sin embargo, aún nos preguntamos ¿Qué simbolizaba aquel gran maniquí ¿era un universo a escala humana? ¿era la humanidad con sus eternos conflictos? ¿éramos nosotros…? En fin, no importa demasiado llegar a conclusiones forzadas; en este caso fue más substancial el impacto que provocaba en los asistentes que entraban y salían del local. En las piezas más recientes «el ídolo» (dimensional) se desplaza por otros senderos, asume nuevos papeles (hasta el de anti-ídolo) y parece tutelar la exposición.
Sin embargo, no nos engañemos MO en cualquier instante lo dejará abandonado, volverá al rincón del taller cuando él considere que ha cumplido su misión, mientras tanto, esperemos por los próximos sucesos del Diario…y, que así sea.

José Veigas

Obras

Manada

Carlos Alberto Montes de Oca 2005

Jerarquía (detalle)

Carlos Alberto Montes de Oca 2005

No pienses mucho, actúa

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Origen de una mutación

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Proporción de un absurdo

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Extender hasta el infinito

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

No te ahogues

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Estudio para estar sentado en tranquilidad

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Infinito I

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Infinito II

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

El puente

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Eclipse

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

El camino

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

El adiós

Carlos Alberto Montes de Oca 2004

Artistas