2 + 2 no siempre es paisaje

Colectiva septiembre 2005

De la gravedad al relajo y viceversa

En casi todas las facetas de la vida se cumple la moraleja de los personajes de Robert L. Stevenson. El famoso dueto de Dr. Jekyll y Mr. Hyde es una parábola elocuente de la condición humana, siempre debatida desde tiempos inmemoriales en la lucha entre las fuerzas del bien y el mal. Ningún ser humano es totalmente bueno, ni totalmente malo, más bien cada uno encierra en dosis diferentes ambas aristas. Por eso me divierto tanto cuando percibo actitudes encontradas en individuos que blasonan sobre su integridad y humanitarismo; e incluso muchas veces nos sucede respecto a éstos como cuando leemos  El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que llegamos a simpatizar con ese tipo de personajes.

Gracias a esa ambigüedad presente en lo cotidiano es que muchas veces los extremos en las actitudes humanas se tocan. Y el arte no es ajeno a esta situación,  aún más cuando está sometido a presiones de todo tipo: sociales, culturales, económicas y políticas. La escena artística cubana ha dejado de ser desde hace algunos años el rostro de la Isla, a pesar del eficaz sentido crítico que durante buen tiempo le acompañó. De un arte profundamente cuestionador hemos devenido en otro que con frecuencia se muestra aquiescente. Al menos por aquel termómetro sabíamos acerca de nuestros problemas sociales, nuestra falta de iniciativa, nuestras limitaciones; sin embargo, ahora asistimos a un arte que simula la simulación, que no comenta los problemas porque ha torcido el rumbo y desconoce su destino final. Un arte hermético o juguetón, previsible o pseudoindustrial, que de ese modo ha llegado a ser, en algunos casos, la imagen internacional del arte cubano, el mismo que hoy se da el lujo de ser light. ¡Valiente lujo!

Esta situación ha traído como consecuencia un vaciamiento de sentido en la producción artística, que en determinado momento se ha abordado eufemísticamente como cambio o crisis, pero en realidad no es más que la abulia imperante en los artistas dada la precariedad económica del país y el debilitamiento del sistema institucional cubano. Los reacomodos que en este último se han operado en busca del acceso al mercado siguen siendo insuficientes; y dejan sin opción a aquellos artistas que viven en provincia, aunque cuenten con una obra atrayente.

2 + 2 no siempre es paisaje pretende ser una muestra de las diversas posturas que puede asumir la creación en las actuales condiciones nacionales. En este caso particular matizada por la distancia de la capital y haciendo hincapié en salvarnos del cliché de que Pinar del Río es una provincia donde se cultiva el paisaje con preeminencia sobre cualquier otro género o tendencia artística. Tal criterio tendencioso menosprecia el segmento creativo más interesante de la región, que desde hace mucho tiempo se desplaza dentro de una fisonomía instalativa, objetual y performática, fundamentalmente.

Los artistas que conforman esta exposición han mantenido un trabajo caracterizado por la experimentación y el cuestionamiento en todos los órdenes. Los soportes son diversos, y en aquellas poéticas que de alguna manera pudiera hablarse de un acercamiento al paisaje, el género deja de ser la simple recreación del entorno para acceder a una visión enriquecida por los conflictos del hombre contemporáneo en sus relaciones con el medio ambiente. Ojalá sirva este intento para borrar la etiqueta de Escuela Pinareña de Paisaje; lo cual ha incidido en la estandarización de un grupo de propuestas que se  pronuncian en otros sentidos, y han contado con un recelo en la ejecución capaz de llamar la atención de más de un jurado en certámenes provinciales y nacionales.

Todos estos autores cuentan en su trayectoria con exposiciones en la capital, y lo que prefiero de ellos es su convicción de mantener ese prurito reflexivo a pesar de los vaivenes de la escena artística. Igual, van del gozo a la pose y viceversa, pero sin trucos. Hay de todo: desde la ritualización de lo mundano a través de una parábola cristiana en la performatividad de Mayim-B, la dialogicidad ante el entorno en Yoemir, la cosificación de la Isla en Couret, la pertinaz aspiración de conjugar lo terreno y lo divino que hemos seguido en Juan Carlos, la degradación de lo natural por la intromisión de lo tecnológico en Bretaña,  hasta la conceptualización de problemáticas humanas con un cariz religioso de Juan Suárez y Luis Contino.

Asimismo, la dualidad discursiva se instala en las obras de Gastell, a quien le interesa hablar desde la cita con una actitud irreverente, pero que pretende circunspección; Oliva, que en su vertiente lírica sigue dando muestras de excelencia formal y singular poesía; y Lorenzo, conocido por la zoomorfización de sus personajes como pretexto para tocar el tema de la insularidad. Por otra parte el paisaje en manos de Campa, Vázquez, y Humberto está sometido a un replanteamiento que les permite activar la reflexión de orden cultural, social y ecológica.

En otro orden de cosas aparecen las consideraciones existenciales en las poéticas de Marcos González y David Santa Fe, quienes mediante la fragmentación de sus figuraciones comentan el aislamiento y la despersonalización del individuo contemporáneo. El primero de ellos forma parte de un grupo de artistas que ha desarrollado varias iniciativas a favor del reverdecimiento del grabado en Pinar; aún sometido a la ausencia de un taller que consolide el devenir del género. En el caso de Santa Fe cierto aire fantasmagórico arropa a sus personajes, a medio camino entre lo real y lo onírico.

El comentario a quemarropa, tan olvidado en nuestros predios, es activado en la obra de Céllez de manera significativa. Su neoexpresionismo potencia el autorretrato para tocar asuntos globales del ser humano desde un ámbito privado. De manera general el arte cubano se ha tornado sutil, simulador, gracias a la incidencia del mercado; sin embargo, Elvis ha logrado atraer la atención de la crítica con una actitud totalmente abierta, mediante un discurso sin medias tintas que conmueve a todos.

La diversidad en los temas, soportes y tonos de las piezas caracteriza a estos autores que viven y trabajan a 147 km de la capital, aunque no sean muy conocidos en los circuitos nacionales. Aquí es sólo lo que ves; ellos no hacen tramoyas para parecer correctos. Unos más apegados a la tradición, otros más desenfadados, coinciden en el deseo de jugar con los límites de género, y en conjunto han demostrado versatilidad a través de sus carreras.

Mucho arte hecho en Cuba hoy adolece de superficialidad bajo el velo engañoso del minimalismo, la abstracción o el conceptualismo, y hasta la crítica (que es lo peor) se ha prestado para hacer las loas. En todas las épocas y geografías esto ha existido, pero en este contexto se ha entronizado de manera dañina. Hay que aprender de una vez y por todas que en arte 2 2 no siempre es 4. Y los cubanos nos caracterizamos por la suspicacia.

Amalina Bomnin
(vacaciones de verano, 2005)

Obras

Serie Mas-carada

David Santa Fé 2005

Serie Mas-carada

David Santa Fé 2005

Descanso

Ramón Vázquez León 2005

Serie Guájaros

Carlos Ulises Bretaña Hevia 2005

El calor con que vivo

Miguel Ángel Couret 2005

Serie Guájaros

Carlos Ulises Bretaña Hevia 2005

Conciencia del cuerpo

José Miguel (Mayimbe) Díaz Pérez 2005

Serie Guájaros

Carlos Ulises Bretaña Hevia 2005

La familia

Ramón Vázquez León 2005

Serie Guájaros

Carlos Ulises Bretaña Hevia 2005

Vida y muerte

Lester Campa Melo 2004

Guerrero dame luz

Luis Roque Contino 2004

Muchacha nocturna

Pedro Pablo Oliva 2004

Uno y más

José Luis Lorenzo 2004

El ser y el Tiempo

Juan Carlos Rodríguez 2003

Confesiones

Juan Artemisa Suárez Blanco 2003

Genealogía

Yoemir Alfonso Almeida 2002

Todavía me masturbo con tu recuerdo

Elvis Céllez González 2002

El enigma de la Luz

Marcos González Yaver 2002

S/T

Lester Campa Melo 2002

Dieciocho y más

José Luis Lorenzo 2002

S/T

Yoemir Alfonso Almeida 2002

Rosa Silvestre

Jesús Gastell Soto 2001

Artistas